Lunes, 11 febrero 2019 | Brenda Rodríguez López
La capacidad de ver el mundo a través de los ojos de otra persona es una habilidad tan deseable como necesaria en el ámbito laboral. Ser capaz de ponerse en la piel de otro no siempre es sencillo. Sin embargo, cuando se practica la empatía en el trabajo, se está apostando por el trabajo en equipo, el liderazgo, la creatividad, la consecución de los objetivos, la productividad y el buen clima laboral. Desgraciadamente, esta competencia profesional es muchas veces olvidada, infravalorada o enfrentada desde la perspectiva equivocada. ¿Qué ocurre cuando esto sucede? ¿Existe alguna forma de fomentar la empatía dentro de una empresa? ¿Cómo aprender a ser más empático con los compañeros?
Detrás de un mal gesto, puede haber un malentendido. Detrás de una actitud desafiante, la idea de no ser lo suficientemente valorado. Detrás de una actitud pasiva, el convencimiento absoluto de que haga lo que haga uno va a ser despedido. No existen reglas fijas para estos casos, porque los escenarios posibles son numerosos y no todas las personas reaccionan igual ante los diferentes supuestos. Aun así, esta clase de comportamientos son muchas veces analizados con frialdad, inflexibilidad y poca reflexión.
La falta de empatía lleva en la mayoría de ocasiones a tomar conclusiones equivocadas. Esta habilidad, muchas veces cuestionada, es vital para cualquier profesional, sea cual sea su puesto de trabajo; desde un líder veterano hasta el último empleado en incorporarse a la plantilla. Cuando uno es capaz de ir más allá de las primeras impresiones y se esfuerza en entender el contexto y las emociones de las personas con las que trabaja, es capaz de adoptar una visión mucho más amplia, generar confianza, ejercer un liderazgo ejemplar, abrir las puertas a la comunicación y sentar las bases de un equipo de trabajo eficiente y efectivo.
El entorno laboral empático
Las compañías son un fiel de reflejo de las personas que forman parte de ellas. La tensión, la crispación y la falta de compañerismo aparecen pronto cuando la empatía brilla por su ausencia en el entorno de trabajo. El clima de una empresa se ve enrarecido cuando esta competencia escasea bien sea entre los empleados, los directivos o en la relación entre ambos. Antes de nada, es importante señalar que ser empático no significa adoptar una especie de filosofía entusiasta y optimista cuyo máximo exponente es la simpatía. Esta habilidad se refiere a la capacidad que tiene una persona de ponerse en la piel de otra desde una perspectiva emocional y/o racional.
La falta de empatía puede conducir al fracaso. Este es el caso de las compañías que tienen que enfrentar un cambio organizativo importante y no utilizan la comunicación empática. La tripulación tiene que estar siempre en el mismo barco que el capitán para que el navío consiga llegar a buen puerto. Si los gerentes no saben empatizar con los empleados, es difícil que puedan guiarlos bien. Algo indispensable en un proyecto de esta envergadura es practicar la escucha empática. Ante los cambios, la mejor herramienta es la buena comunicación: hablar con honestidad, apertura y considerando el contexto del otro. Cuantas menos dudas tengan los empleados sobre los cambios, más fácil será para ellos afrontarlos.
Cuando se habla de empatía, los cargos directivos ocupan gran parte del discurso. Algo lógico si se tiene en consideración que los jefes son el espejo en el que se miran los empleados. Un buen líder debería de comportarse de la misma forma en que le gustaría que sus subordinados lo hicieran. Pero este artículo no está solo dirigido a las personas que ocupan altos cargos. El resto de trabajadores también pasa a veces por malos momentos por culpa de las desavenencias con sus compañeros. Muchas veces, estos conflictos pueden solucionarse con algo de empatía y cierto interés en arreglarlos.