Lunes, 15 octubre 2018 | Redacción CEU
Las despedidas son siempre amargas, más cuando a uno le toca asumirlas desde un puesto de responsabilidad. Aunque el adiós del empleado se ansíe con fervor y su despido esté más que justificado, comunicar la salida de cualquier persona de una empresa no es una tarea fácil de desempeñar. Son muchos los artículos que abordan este tema: cómo prepararse para afrontar esta tarea incómoda, consejos para actuar de la forma más adecuada, circunstancias que se tienen que dar para que estos despidos se ajusten a la ley e, incluso, cuestiones sobre la perspectiva ética a la hora de proceder. Se trata sin embargo con menor intensidad la tampoco sencilla cuestión de saber aceptar la partida del talento cuando este se quiere ir. ¿Cómo proceder cuando son los empleados aquellos que deciden salir de la empresa en busca de una oportunidad laboral mejor?, ¿cómo despedirse bien en estos y otros casos, y por qué es necesario hacerlo?
El talento es una palanca para el progreso de las empresas. Una organización no logrará avanzar, sin ver acompañada su marcha por el paso firme de buenos profesionales. La mayoría de compañías es consciente de esta situación, y cada vez un mayor número de ellas dedica un esfuerzo titánico a buscar y atraer los mejores talentos. A veces, no se pone el suficiente empeño en retener a estos profesionales (falta de reconocimiento, expectativas que no se cumplen, pocas oportunidades de crecimiento, etc.) y los empleados excepcionales acaban yéndose. Otras, son cuestiones externas las que motivan su abandono. Cualquiera que sea la razón de su partida, nunca se debe descuidar su despedida.
Los principios del adiós ético
En multitud de artículos, hemos abordado la necesidad ineludible de enfrentar el liderazgo de cualquier organización con una fuerte apuesta por la ética. Como explicamos en ellos, la ética es una cuestión transversal, es decir, atañe a distintos ámbitos y dimensiones dentro de la compañía. Por esa razón, nunca se puede dejar al margen en la toma de decisiones y debe guiar el comportamiento de los empleados y, sobre todo, de aquellos encargados de marcar el rumbo a seguir.
Los líderes de las compañías, siempre acompañados y retroalimentados por la respuesta que reciben de sus empleados, son los responsables de crear el marco ético y la cultura de valores sobre la que la empresa descansa. En esta aproximación, es necesario saber situar dónde se encuentran los límites, pues el enfoque ético para ser eficaz debe ser completo, no verse reducido solo a salvaguardar diferentes puntos clave como son el principio de equidad e imparcialidad o el indiscutible precepto de no dañar a ningún ser humano. Es decir, para que una compañía sea ética debe tener en cuenta unos valores sólidos y unos fundamentos claros que se respeten y apliquen en todas las circunstancias, por supuesto, también cuando es necesario despedirse de un profesional.
A la hora de enfrentar la marcha de la compañía de un empleado talentoso, uno de los errores más frecuentes es colocar al profesional la etiqueta de trabajador desleal o ingrato. Igual que para un responsable es difícil proceder al despido de un empleado, tampoco es sencillo para un profesional tomar la decisión de concluir su relación laboral con la empresa (incluso cuando esta no ha sido satisfactoria). Además, las razones que motivan su decisión pueden ser muy diferentes: incertidumbre en su actual puesto de trabajo, mejora de las condiciones laborales en otra compañía, incapacidad para crecer como profesional, circunstancias personales, sobrecarga de trabajo, etc. Esta será entonces una oportunidad excepcional para aprender más sobre la empresa, observar la organización desde una perspectiva diferente y entender en qué situación se encuentra la compañía (sobre todo si la fuga de talento es persistente).