Lunes, 7 mayo 2018 | Redacción CEU
Sea cual sea su dimensión, toda empresa nace con el deseo de crecer. En el actual entorno empresarial caracterizado por la globalización, la digitalización, la invariable del cambio y la fuerte competitividad, no sorprende a nadie que muchas compañías tengan un manifiesto interés por traducir esa voluntad de desarrollo en un crecimiento hacia el exterior. La internacionalización empresarial ofrece significativas ventajas, pero su ejercicio también supone hacer frente a inevitables inconvenientes. ¿Qué razones son cruciales a la hora de tomar la decisión de lanzarse a un nuevo mercado fuera de las fronteras domésticas? ¿Cómo encuentran las compañías la fórmula perfecta y el momento adecuado para hacerlo?
Iniciar un proceso de internacionalización empresarial supone salir de la zona habitual de confort. Reproducir el éxito de una compañía en el exterior no es tan sencillo como a priori puede parecer. Como en el lanzamiento de cualquier empresa nueva, iniciar un proyecto requiere por parte del empresario un análisis exhaustivo del mercado, una capacidad de inversión adaptada al tipo de proyecto, una dedicación y esfuerzo manifiesto en el mismo y un margen de tiempo suficiente para que esta hazaña alcance su consolidación. No son pocos los obstáculos y las dificultades que la compañía puede encontrar a la hora de emprender este viaje al extranjero. No obstante, la mayoría son previsibles y evitables, si el trabajo previo está bien hecho. Será por lo tanto clave en una decisión como esta, estar dispuesto a pasar por un periodo de preparación intenso, y, antes de nada, saber contestar a una importante pregunta: ¿por qué internacionalizar su empresa?
Los porqués en una decisión crucial
Para emprender un proyecto ambicioso como es la internacionalización de una compañía, el emprendedor tiene que tener claro cuáles son las razones por las que quiere arriesgarse y asumir este desafío. Abrir el mercado hacia el extranjero puede suponer la diversificación de los mercados y los riesgos, el afianzamiento de la marca, la compensación de debilidades en el mercado doméstico, la ampliación de la cartera de clientes, la oportunidad de aprovechar un factor clave y diferenciador, el aumento de la competitividad, la ocasión perfecta para conseguir solventar una situación desfavorable en el mercado de origen, la potenciación de una capacidad productiva y financiera, y/o la mejora en la producción, los costes o la calidad del servicio o producto.
“Crecer a lo ancho” supone también un mayor volumen de trabajo, una mayor capacidad de producción, más contrataciones y más inversión. Si todo sale bien, este esfuerzo también se verá reflejado en un “crecimiento hacia arriba” con el correspondiente y considerable aumento de los beneficios. Es importante recordar que el proceso de internacionalización de una empresa es complejo e implica riesgos, por lo que es muy recomendable contar con buenos profesionales que puedan ayudar a llevar a buen puerto este desafío, pues son muchas las barreras de tipo geográfico, logístico, cultural o impositivo que se pueden encontrar en este camino.
Como en cualquier razonamiento lógico, los “pros” deben superar a los “contras”. Antes de embarcarse en una aventura como esta, la compañía tiene que tener claro los porqués de esta decisión para, de esta forma, conseguir definir bien los objetivos, ponderar de forma acertada su viabilidad y diseñar un proyecto acorde a las circunstancias. Es importante recordar que la dimensión de la compañía no es decisiva para descartar el reto. Existen diferentes fórmulas de internacionalización empresarial y las pymes también tienen un rol importante en ellas. Se trata de una decisión en la que sí son importantes, sin embargo, cuestiones como la madurez del negocio o el conocimiento intensivo del mercado en el que se quiere entrar.