Lunes, 21 octubre 2019 | Redacción CEU
Un líder es la persona al mando, aquel que debe tomar las decisiones difíciles, hacerlas cumplir, ocuparse de la gestión de las crisis, organizar y priorizar las tareas, supervisar y evaluar el trabajo de las personas a su cargo y buscar la forma de que el equipo funcione y camine en un único sentido, sin desviarse nunca de la dirección correcta. Liderar de forma efectiva es, por tanto, una actividad compleja de la que depende en gran parte el trabajo de no solo uno, sino de muchos profesionales. Un líder necesariamente tiene que ganarse la confianza de aquellos que están bajo su mando, de otra forma, no conseguirá llevar a término todas esas funciones con éxito. ¿Pero qué lleva a los trabajadores a confiar en un líder? ¿Qué requisitos tiene que cumplir este para convertirse en la figura a seguir?
El liderazgo y la ética no siempre se han tomado como un binomio indivisible. Solo cabe mencionar los diferentes casos de corrupción, malversación, estafa, engaño, negligencia o explotación que han ocupado los titulares de la prensa a lo largo de la historia. No obstante, si bien no conforman una unidad inquebrantable, cuando actúan de ese modo, funcionan como una gran palanca hacia el éxito.
Ante todo, para sentir que pueden confiar en un líder, los trabajadores tienen que saber que este está siguiendo la dirección correcta. Es cierto que existen temas complejos, cuestiones difíciles de abordar y decisiones controvertidas, por lo que no siempre ese camino se muestra de forma clara. ¿Cómo reconocen los trabajadores entonces que el líder está actuando de la forma correcta?
El auténtico líder tiene un marcado sentido ético, es decir, actúa de acuerdo a unos valores y principios en la actividad diaria de la empresa. Esto quiere decir que no lo solo se comporta de una forma "correcta", sino que es coherente consigo mismo y con los valores y principios que defiende. Un líder es una figura visible y, por lo tanto, su comportamiento sirve de ejemplo al resto. Por ello, cuando sus principios no encajan con los de la cultura de la empresa o existe una gran distancia entre aquello que pregona y aquello que hace, los trabajadores no saben ni a quién seguir ni cómo proceder.
¿Qué cualidades llevan a un líder a convertirse en alguien a quien seguir?
Integridad: Cuando un líder es creíble, genera motivación, respeto y confianza. El líder que actúa de forma ejemplar está contribuyendo a crear un vínculo de confianza con sus trabajadores. De alguna forma, se está pidiendo a estos que actúen en la misma medida que el líder lo está dispuesto a hacer. Al mismo tiempo, al encarnar los valores de la empresa, los líderes marcan la dirección a seguir sin siquiera pronunciar una palabra. En cambio, si sus actos no acompañan a sus palabras, su mensaje se queda en "agua de borrajas". Nadie llama líder a alguien en quien no cree.
Transparencia: Pese a que se suele creer lo contrario, el silencio corporativo funciona más como un obstáculo al trabajo que como un instrumento útil. La incertidumbre no es buena compañera del trabajo, y esta siempre está presente cuando se guardan secretos. Cuanta menos información comparte un líder, más se aleja de aquellas personas que se supone le deben seguir. Y si no hay nada deshonroso que esconder, ¿por qué no decir la verdad? Los cambios siempre se aceptan mejor cuando vienen acompañados de una explicación honesta. A su vez, cuanta más información tengan sobre los cambios los empleados, más fácil será para ellos afrontarlos.