Lunes, 19 octubre 2020 | Redacción CEU
Nuestras viviendas se han convertido en una especie de fortalezas privadas de las que, por causas exógenas o endógenas, nos cuesta cada vez más salir. En ellas, nos refugiamos de la pandemia, trabajamos si nuestra posición lo permite, pasamos más tiempo con las personas con las que vivimos y aprendemos a disfrutar de un ocio diferente al acostumbrado. Las restricciones en bares, el miedo al contagio, las limitaciones de movimiento y las burbujas sociales son solo algunos de los motivos que nos llevan a quedarnos en casa, pese a que no tengamos que seguir un aislamiento extremo como el que iniciamos el pasado mes de marzo. Con esta nueva actividad hogareña, hemos desarrollado también nuevos comportamientos. Por supuesto, esto está teniendo un impacto en nuestro consumo. ¿En qué estamos cambiando? ¿Será este un cambio solo provisional?
La semana pasada hablábamos sobre la significativa subida en las cifras de venta de las bicicletas. No es el único sector que ha experimentado un crecimiento significativo en tiempos de pandemia. Uno de los cambios que ha traído consigo este virus es el quedarse más tiempo en casa y, por consiguiente, invertir más en ella, o al menos invertir en ella de otra manera.
Una nueva perspectiva del valor del hogar
El diario Expansión se ha hecho eco en un artículo de unos interesantes datos recogidos por el Instituto Nacional de Estadística. Aunque la cifra de negocio de la industria cayó un 10,6% en julio (en comparación al mismo mes en 2019), la fabricación de electrodomésticos aumentó un 7,8% en ese mismo periodo. Por su parte, el sector del mueble registró cifras positivas en las ventas nacionales (aunque también experimentó una caída en las exportaciones). Si resaltamos estos datos es porque evidencian esa mayor atención que los clientes están poniendo en sus viviendas.
El mismo diario, en el citado artículo, recoge cómo IKEA superó las 800.000 visitas en la primera semana de apertura tras el confinamiento. Este comportamiento lleva, lógicamente, a pensar que tras un largo periodo de aislamiento, en el que las personas han tenido que pasar mucho más tiempo en sus casas, el valor del hogar ha adquirido un mayor peso. Como mencionábamos hace tiempo en nuestro blog, el confinamiento ha llevado a muchas personas a cuestionarse si estaban cómodas en sus propias casas. Algunos de ellos han decido lanzarse a (o al menos barajar) la compra o alquiler de otra vivienda más adecuada a la "nueva normalidad". Los que no han querido, no han podido o no se han atrevido a realizar un cambio de esta magnitud se han decantado, en gran medida, por intentar mejorar sus viviendas, bien sea arreglándolas, reformándolas, decorándolas, amueblándolas, etc.
Mismas necesidades, pero ahora en casa
Pasamos mucho más tiempo en casa, pero hay que seguir haciendo las mismas cosas. Una de ellas, por ejemplo, trabajar. Ahora, muchas personas lo hacen en remoto. Obviamente, esto ha tenido una repercusión también en las compras. Aunque con distintos porcentajes, IDC, Canayls y Gartner recogen un crecimiento interanual sustancial en las ventas de ordenadores del tercer trimestre de este año. En concreto, un 14,6%, un 12,7% y un 3,6%. Los datos de Gartner son más bajos, pero si se incluyen los Chromebooks alcanzan hasta el 9%.
Algunos detalles que parecen triviales tienen también un fuerte impacto en el consumo. Durante esta pandemia, los estadounidenses bebieron con la misma frecuencia de siempre café. Solo que en lugar de hacerlo en cafeterías y restaurantes lo hicieron en casa. Según un sondeo encargado por la National Coffee Association (NCA), este tuvo un impacto en las compras en línea debido a que los bebedores de café redujeron sus visitas al supermercado. El hecho de quedarse en casa nos ha ayudado a familiarizarnos aún más con las compras a través de Internet. Uno de los mayores cambios que ha traído consigo el nuevo modelo de cliente hogareño es el gran impulso del comercio electrónico.