Lunes, 25 marzo 2019 | Redacción CEU
A veces, se confunde a los líderes con las personas que se encuentran al mando, pero esta relación no siempre es directa. Un CEO ocupa el escalafón más alto de una compañía, pero no significa que solo por ese simple hecho ya se pueda considerar un líder efectivo. Por otro lado, cualquier profesional puede inspirar a otras personas con el ejemplo en el lugar trabajo y se puede decir, en este caso, que estará ejerciendo un tipo de liderazgo. Quien no será nunca un líder es la persona que convence con el uso de la fuerza, la tiranía, el miedo, la amenaza, la intimidación o apoyado por la filosofía de la recompensa inmediata. Un líder debe saber comunicar y generar confianza para llegar a tener una influencia real. Ese liderazgo solo se alcanza cuando se construye sobre la base de unos valores sólidos.
Ser un verdadero líder implica mirar primero hacia dentro, para luego mirar hacia fuera. Se trata de revisarse a uno mismo. El comportamiento es un indicador fiable del impacto que se genera en el entorno, y, precisamente, en la conducta es donde se ven reflejadas las creencias y valores de las personas. Daniel Goleman ya apuntaba en 1996 en su libro Inteligencia emocional como entre los factores determinantes del éxito también se encuentran habilidades como la empatía, la autorregulación, la perseverancia, el entusiasmo o la capacidad para motivarse. Son muchos los expertos que avalan que en el camino hacia el logro de las metas, la capacidad de gestionar las emociones propias y externas es esencial.
La importancia de la comunicación
Para estar al mando de un equipo o una organización se necesita tener seguridad en un mismo. Si se carece de esta es muy difícil que un profesional logre generar esa misma sensación en su entorno y, por tanto, la consecución de los objetivos estará más lejos. Pero la confianza de las personas, no se gana solo con firmeza y convicción. Uno de los problemas de salud más graves de las compañías es el silencio. La falta de comunicación es el primer síntoma de que algo está fallando. Cuando los profesionales que ejercen un puesto de responsabilidad no son capaces de identificar y entender las preocupaciones, las dudas o los problemas de las personas con las que trabajan, están poniendo un freno al desarrollo tanto del equipo como de sí mismos. La capacidad de escucha activa es una competencia indispensable del liderazgo.
Una actitud negativa o indiferente puede esconder una necesidad, un malentendido e incluso una oportunidad. El líder debe estar dispuesto a hablar, a preguntar y a crear espacios donde el resto de profesionales puedan plantear sus dudas e inquietudes sin que esto suponga ningún tipo de problema. La comunicación no solo ayuda a generar confianza, también sirve como vehículo para estrechar vínculos entre los miembros de un equipo. Por supuesto, el uso del lenguaje es clave en este sentido. No solo se trata de adaptar el discurso a los diferentes interlocutores, los espacios y los canales también importan. Por ejemplo, no tiene el mismo efecto comunicar una mala noticia por correo electrónico que hacerlo de forma presencial en un entorno tranquilo. Este tipo de comportamientos y actitudes en línea con un liderazgo efectivo esconden detrás valores como el respeto por los demás, la confianza, la empatía y la responsabilidad.