Lunes, 28 octubre 2019 | Redacción CEU
Las naciones nunca han estado solas en el mundo, pero ahora están mucho más entrelazadas entre sí. Las limitaciones que representa una frontera son cada vez más irrelevantes. Esto se traduce en que podamos reunirnos con una persona que se encuentra en otra parte del planeta de forma instantánea y sin movernos del sito, que tengamos la posibilidad de adquirir en el supermercado de nuestro barrio un producto que ha sido cultivado o fabricado en el extranjero o que podamos ser testigos desde el salón de nuestra casa de qué ocurre en un mercado lejano al mismo tiempo que lo que sucede allí tiene un fuerte impacto en la economía de nuestro país. Todo ello se viene a resumir en una sola palabra, globalización. Este es un fenómeno que trae consigo muchos efectos, sin duda uno de los más característicos la deslocalización.
Para el diccionario de la Real Academia Española "deslocalizar" es la acción de "trasladar una producción industrial de una región a otra o de un país a otro, normalmente buscando menores costes empresariales". En otras palabras, la deslocalización encuentra en la cuestión del dónde la clave para acceder a mejores condiciones competitivas y obtener márgenes de beneficio mayores. El objetivo de la deslocalización suele estar ligado al abaratamiento de los costes, pero también puede estar ligado a otros factores como la búsqueda de profesionales altamente cualificados o la mejora de los medios de producción. De hecho, esta práctica no tiene por qué circunscribirse solo al proceso de producción, también pueden deslocalizarse servicios como el soporte técnico o áreas específicas como la de investigación y desarrollo.
Asimismo, es importante precisar que esta estrategia está en gran parte motivada por la creciente interdependencia de las diferentes economías. En un contexto global en que las compañías acceden a un mayor número de mercados en busca de ampliar sus beneficios y trasladan parte de su negocio fuera para alcanzar mejores condiciones, quienes no imitan estas tácticas encuentran muchos más obstáculos a la hora de competir. Este es, por tanto, un fenómeno que se retroalimenta.
Las dos caras de la deslocalización
El tema de la deslocalización suscita siempre discrepancias. Sus defensores argumentan que esta práctica ayuda a generar empleo y, por ende, a estimular el consumo en los países destino. También consideran que los salarios de los empleados son más altos de los que normalmente podrían ganar y que los trabajadores acceden a más y mejores oportunidades. Asimismo, defienden que el país de origen se beneficia con un ahorro en los precios.
Por otro lado, sus detractores señalan que esta práctica aumenta la tasa de desempleo en el país de origen, generando un impacto negativo en su economía. También inciden en que, muchas veces, el empleo que se crea en el país de destino no cumple los mismos estándares que rigen en el país local y que la calidad del producto y la producción puede verse afectada por las circunstancias del país anfitrión.
Como cualquier otra estrategia, la deslocalización también presenta ventajas e inconvenientes para las empresas. Entre sus aspectos positivos se encuentran: la reducción de costes, el aumento de la competitividad, el acceso a un nuevo mercado (el del país destino), el dinamismo y agilidad en la organización de tareas, etc. Entre sus aspectos negativos destacan: una mayor exposición a fluctuaciones del tipo de cambio y a los cambios en la política arancelaria, el choque cultural, las dificultades operativas en el control y monitoreo del trabajo, los conflictos internos derivados de una posible reducción de plantilla a la hora de trasladar la actividad empresarial, etc.